jueves, 31 de julio de 2008

Mañana una inyección, una mesa metálica, una veterinaria uniformada y celeste,
Una caja anónima, ajena, sepultará tus ojos amarillo sol.
Hoy es tu último día en nuestra casa, la que yo dejé hace tiempo.
En el más allá de los gatos,
no hay humanos, ni cigarrillos.
Quisiera ir a fumar con vos, junto a la gigante botella de wiscky de papá.
Quisiera que hoy no sea hoy.
La borracha adolescencia se ha ido, y se va mañana para siempre.
Hace una semana prendí nuestro último cigarrillo en el bar,
y saltaste sobre el escritorio de mamá y te excitaste con el humo, y te olvidaste que estabas enfermo, y yo me reía y te decía riéndome que no chuparas las cenizas.
Era nuestra última fiesta, vos no lo sabías y yo hacía como que no lo sabía.
Mamá y papá se habían ido, por eso fumábamos, estábamos solos en la casa como tantas noches cuando mi cuarto era mi cuarto, y mi cama era mi cama.
No quiero ver en el amarillo de tus ojos, la vaca ingenua que camina rumbo al matadero.
No quiero tocar tu flacura desmayada, triste, desparramada sobre almohadones.
No quiero oler remedios en tu nariz animada, en tu lengua rosa que busca las plantas en las macetas.
Hoy es tu última noche en nuestra casa,
yo no tengo el coraje de ir a mirarte la última mirada, ni acariciar tus orejas que se llevan mi voz, mi risa, mi adolescencia ingenua y ebria.
Mañana tus huesos, el traje blanco y negro, la peluda alegría de las caricias
se van al pozo de la infancia, a dónde hay una casita de muñecas, y un perro pelado sepultado junto a los zapatos del placard de mamá.
No quiero dejar de escribir este poema porque es una manera de vivirte, aunque la tristeza tenga gusto a lágrima que acompaña el féretro sobre el que el gran Ulix,
el gato emperador,
se despide del mundo como una estrella que se extingue.

domingo, 27 de julio de 2008

BellaIntrusionDigital by Martin

En lugar de dientes tiene espinas de rosas. El pelo es un largo lamento de lianas quebradas.
Los pies, transatlánticos hundidos, reflotados, museos de fiestas lujuriosas con una orquesta de negros de fondo. Ahora mira la chimenea y se quema como la leña. El fuego le lame las plantas de los pies como un gato amante. El pasado es un álbum de figuritas borrosas que se imprime sobre los las sábanas, las toallas, el papel higiénico, las servilletas. Siempre se las ingenia para calcar sobre su cuerpo los mortales ídolos que la besaron. Se frota, se revuelca con todos ellos, y gime diciendo cada uno de sus nombres. Un fantasma la acompaña a la hora de tomar el te, cuando se levanta y se acuesta, almuerza con ella y le prepara de comer. La única ventana de la casa da al jardín de la infancia. Hay que trepar una escalera peligrosa para verse a ella misma tirándose por el tobogán, cayendo en el arenero. A veces ella y sus hermanitos quieren entrar a la casa abandonada y podrida donde ella vive, y ella tiene que asustarlos con su cara de vieja loca, y amenazarlos con revólveres de juguete. Cuando el jardín se meta adentro de la casa ella morirá.

sábado, 26 de julio de 2008




viernes, 25 de julio de 2008


Yo o Yoko?





Gladis espera

Mete el papelito con el nombre de él adentro de una botella de vidrio vacía de aceite de Oliva en la que hay miel. No cree en la magia blanca, pero por las dudas. Gladis abre de vuelta el I ching al azar. No la convence. Le miente. El I-ching la defrauda siempre.
El auto siempre se rompe a penas entra en la ruta. El taco se congela sobre un acelerador que se derrite. Se emborracha sola esperando el remolque y piensa en el rubio salado. Crónica de una desaparición anunciada-piensa- y se toma las últimas gotas de Jack Daniels, pero la asalta el gusto salado y rubio de sus propias venas borrachas y blondas.
Quisiera hacerle dedo a un camionero que tenga un mono de copiloto. Un mono que me proponga tirar al camionero y escaparnos en el camión. El amor termina siendo siempre un parabrisas. La lluvia quiere atravesar el vidrio del auto, y Gladis piensa en el arco iris. Los zapatos mojados por las gotas de lluvia del patio que pisó hace una semana. El amor y el juego de las escondidas. Quiere esconderse de la idea, él no existe, es solo una idea quisiera decirse, pero la idea es un gato que se le mete entre las piernas y le maúlla. Un tul hacia adelante, el nombre de él escrito en un papelito, la mirada difusa, el foco en el asfalto mojado por la lluvia. Asterisco, un, dos, tres, numeral, enviar y recibir. Ningún rubio en ninguna casilla. El potro, el homosapiens, el mono rubio se ha ido al África. Gladis relincha, se arranca el escorpión del escote, lo tira por la ventana y se chupa la sangre del dedo de la espina seductora. Suena el teléfono.

domingo, 20 de julio de 2008








Sobre la cama el traje blanco y negro,
los ojos amarillos,
el sol de la tarde, acostado y maloliente
espera verme los ojos tristes.


El gran Ulix,
rey aristócrata
da signos de muerte.
El mundo
pierde la cola
el balcón se vuelve áspero
pelado,
las hojas no se excitan
las palomas sobre el mimbre blanco
duermen la siesta sin bigotes,
ni maullidos.

Las macetas se vuelven solitarias,
Los corchos están quietos,
los cigarrillos no seducen a nadie,
nadie lame los sacos de té
nadie espía desde el pasillo,
nadie ataca los tobillo
nadie se esconde y le tiene miedo a las valijas
nadie orina sobre las noticias de los diarios
nadie me besa sin cansarse.


Cae
la lengua rosa
no habrá quién la devuelva.

Ulix espera quieto, adormecido,
dulcemente resignado,
me mira muerte.
Las palabras en los ojos,
duele el amarillo,
las manos de sus dedos rosas
tibias
acarician lo helado,
la sombra de la ausencia.


Los órganos, los huesos, ya casi no pesan.

martes, 15 de julio de 2008





lunes, 14 de julio de 2008

Un día asqueroso

Los cigarrillos no alcanzaban,
ella se los tragaba,
como ese agujero en el centro de la casa,
a dónde iban a parar todas las cosas. Caminaba por los bordes
miraba el agujero
y no había nada.
Apretaba botones para accionar el llanto, para encontrar algo adentro de una lágrima, la música se trababa y Jaques Lebrel también se caía mostrándole sus dientes de caballo,
caía
caía
caía en el agujero.
Ne me quitte pas, Jaques,
Ne me quitte pas.


Arañaba los mosquiteros sin uñas,
El teléfono una pared de cemento,
en la que rebotaba,
rebotaba,
caía otra vez al lado del agujero,
miraba,
sus cosas no estaban,
solo dientes masticadores de señores viejos y amarillos haciendo una larga digestión.
Asquerosos, se devoran mis cosas- gritó Retrovil.


Buscaba una peluca que la distraiga de sí misma,
pero no tenía pelucas, todas se habían ido con Madame Rivau en el submarino de la torre.


El espejo del baño le mostraba una mujer descabezada,
y atrás de ella varios hombres sin cabeza, sosteniendo
la cabeza de ella sin pelo.
A través de la ventana volaba el velo de una novia.

La Rivau se despide en una torre

Eran los últimos días de siliconas de Rivau,
Y madame era fotografiada por los dos Marcus en la terraza de la torre fea de caballito.

Chorros de luz caían sobre una Rivau negra con faja de novia blanca,
Y Retrovil sostenía pantallas para que la luz Rivoteara.

Los ojos de agua azulina delineados por los bordes oscuros de diva
reventada.

Una Elisabeth, una Taylor con el trazo de la noche.
Un par de anteojos, la mesita de te con scons invisibles, un fondo negro.
Los espejos de Marcus sobre la mesa
incrustados a lo redondo
hacían entrar el afuera en el adentro.
Marcus y Marcus y Retrovil estaban de un lado y del otro de la foto.

Algo, alguien o todos se despedían de la glamorosa,
Subyacía en cada gesto la antesala amorosa de la muerte.

La Rivau no pisaba la tierra,
partía desde la torre hacia lo desconocido en un submarino
con ventana redonda.
Lloraba, reía, se deformaba con toda la deformidad amamantada,
y Retrovil sentía que una lágrima fina le viajaba por dentro.

Rivau asomaba su catalejo,
traspasaba el círculo,
miles de hombres desnudos la celebraban desde las ventanas,
y ella se mostraba,
las arrugas eran barcos antiguos,
su llanto de sirena, de barco a punto de partir
rivoteaba la torre
y parecía que toda la luz salía del dedo de un ángel
viejo.

Su cara era un reloj de máscaras guardadas.

sábado, 12 de julio de 2008

Diálogos con la piedra

Se pasa horas mirando la piedra,
esperando
que hable.
Adentro de la piedra hay voces,
asoman el jardín, el muerto, el regreso, el gato, el abandono, el deseo,
la duplicación, la muerte que no muere,
el espejo enfrentado a otro espejo sin una figura que lo rescate.

El pasado tiene una melliza escondida en un sótano,
la cinta circula en los ojos de Retrovil o sobre la piedra,
(es lo mismo)
y después se queda quieta, quizás un largo rato.

Y Retrovil pensando- hablame, hablame-
horas en su cuarto mirándola sin asomar la nariz al mundo,
solo la ventana de la Laptop abierta por la que entran las noticias de los diarios,
largas horas de silencio para que la maceta se convierta en planta
y se llene de hormigas con tecnología, y billetes del juego de la vida,
celestes, rosas, antiverdes.

Hormigas montadas a la cinta,
ya afuera de los ojos de Retrovil.
la luz de doorville se filtra y amenaza a la piedra,
y el tiempo es a penas la gota de una canilla sin día, noche, tarde o mañana,
hasta que Retrovil
encuentra en su cuarto una silla que aparece de repente,
la pone contra la puerta para ignorar el murmullo de doorville.

Quizás sigo en doorville, quizás nunca salga de doorville,
O doorville no exista por ser el único lugar posible,
Quizás no haya nada afuera de doorville más que un mundo
de ideas que buscan encarnarse,
como el amor que siempre está con los largavistas puestos mirando
en dirección al mar y las naves que entran y salen.

miércoles, 9 de julio de 2008

(Del otro lado de Doorville, en la arena de Copacabana estaba enterrada la piedra.
A Retrovil le costó encontrarla.
Siguió una manada de perros latinoamericanos hasta dar con ella.)

Junto a los restos de carnaval muerto, entre las plumas degolladas, el invierno tira su vaho de lechuza a las cinco y media de la tarde.
Retrovil buscó en la arena ecos del último febrero, de aquél viaje con “Tristeza tour”.
No encontró nada.
No hubo un solo grito que pudiera traerle una reminiscencia del infierno rojo.

¿Dónde estaban las hembras que rugían gritos, que abrían los paraguas entre las plumas
/fucsias y lloraban flotando la música?

¿Dónde estaban los hombres travestidos en fluor, la cola del diablo, la muñeca con
/genitales, las vejigas expuestas como sombreros de los que salen flores, el carnaval
/sonámbulo, el laberinto de piel?

Algún demonio se había tragado ese fuego, pero aun la gente bailaba, sobretodo los viejos /cariocas que saben que pueden morirse antes del próximo carnaval.

A Retrovil le pareció ver sobre la arena pedazos rotos de la pollera que le habían
/despedazado las hembras, corrió a tocarla, y encontró la pata de una gallina.

Desenterró la piedra, se la clavó en la piel.

Escuchó una zamba que venía de un bar en Copacabana.
Músicos tocaban,
bailaba la gente,
corrió a embriagarse con cerveza Scol.

Una anciana con sombrero le sonrió, tenía la cara tan maquillada, el maquillaje se caía, la
/levantó de la silla con las manos manchadas en sombras y rouge,
la hizo bailar.

Un viejo la invitó a andar en un auto antiguo y descapotable, sonaba Vinicius o Chico en una radio de madera.

El viento de Copacabana hizo que el pelo se le volara, se voló el pelo viejo y le creció un
/pelo nuevo.
Una salvaje melena de león con rugido de caño de escape.

La piedra desenterrada en la playa de Copacabana volvió a Buenos Aires incrustada en la piel de Retrovil.

Las estrellas titilaron y las pestañas de las muñecas parpadearon.

martes, 8 de julio de 2008

Doorville

(Retrovil está distraída pedaleando. Vuelve de lo de Damvan. La noche está fría. Conversaron como siempre acerca de los defectos de Retrovil. )

Falta un salto en un pie,
hay una piedra que duerme hace tiempo en algún lugar de la casa, ella no sabe dónde, y
/ahora se mueve y la oye.
Estirará el pie. Pateará.
Copa, caballo, espada, todo eso en una piedra que volará hacia Copacabana.

Hay pasajeros en tránsito y un camino con carteles que dicen “prohibido darse vuelta.”

(Retrovil mira el piso y ve un círculo de aerosol verde y fucsia. Adentro se inscribe la palabra Doorville)


Doorville es una ciudad de pasillos circulares con puertas.
No hay ojos en Doorville.
El presente es sordo, apenas un murmullo lejano.
Tiene la atmósfera de la sala de espera en la que el padre mira el reloj y espera el llanto del
/hijo que no nace.
Es un pasaje melancólico.
Detrás de algunas puertas hay muertos que todavía hablan.

No hay tierra firme adónde tirar un zapato. Están prohibidas las bicicletas.
No hay noche, ni día, no hace frío ni calor.
En Doorville se está solo, no hay un alma a la redonda, aunque nadie podrá dejar de sentir
/que alguien espía del otro lado de la puerta.

No hay ojos en Doorville.
Los pies tienen miedo,
está prohibido retroceder.

A medida que uno avanza retrocede, la memoria se expande, los muertos hablan lenguas
/muertas y pareciera que solo hay lugar para muertos aunque inevitablemente una de las
/puertas se abrirá viva.


(Aparece un taxi negro con una línea amarilla y se acuerda de Dorothy que seguía el
/camino amarillo. Lo frena. Es de noche.)
Marcus-mago de Oz.

Hay una puerta en Doorville que siempre conduce a lo de Marcus y a las cartas de tarot
/inventadas por él.
Las plantas sobre la TV, la lámpara narcotizada por una servilleta naranja, hay un altar, se acercan algunos a preguntar, se miran en los espejos que tiene Marcus en las palmas de las
/manos.

Marcus no tiene un espejo propio, es el espejo de todos, es la gran bola que gira, es música
/entre idiomas y extranjeros que entran y salen.

Hay un androide sin sexo que tiene mitad de la cara de Retrovil y mitad de Marcus,
vive adentro de una Laptop,
hay un largo pasillo en Doorville que tiene en las manijas de las puertas la cara del androide.

En la casa de Marcus hay un rasta man de cerámica blanca con los collares de Bob Marley, hay decenas de vírgenes, la tapa del disco de vinilo de Janis Joplin,
la psicodelia en los guantes de goma naranja y los anteojos de colores que se pone Marcus.

Retrovil le pregunta por el miedo, la piedra, el viaje.

Corta las cartas, la oreja de Retrovil es un caracol en el que suena el murmullo de Doorville, que es el murmullo de lo incierto,
del abismo que hay entre un lado y el otro lado de la puerta, son los muertos que la llaman,
/las sirenas de Ulises.
Los mares son pasillos circulares,
no hay mástil al que amarrarse.

Tres cartas alineadas inventadas por Marcus: la empanada, el ego- sex trip, el estúpido.
El miedo enquistado adentro de la oreja,
el yo-yo masturbatorio del miedo,
las sirenas de Ulises quieren enfrascarla en una cocina estéril de harina muerta.
Hay tumores en la empanada que tiene en el repliegue la huella de sus dedos.

El agua despierta a los que están dormidos o están a punto de dormirse,
aparece en una carta.
En el espejo de las manos de Marcus: el agua arrastra la piedra, las sirenas flotan muertas en el mar,
la ducha cae sobre Retrovil.

domingo, 6 de julio de 2008

martes, 1 de julio de 2008

La madre de Retrovil

Retrovil fue a lo de su madre y se encontró con una madre que no era su madre,
/había envejecido veinte años de un día para el otro.
Abrió el placard y no estaban los zapatos de taco alto, los que eran la madre y el pasillo.
No estaban los zapatos, no estaba la madre.
La nueva madre estaba sentada en el cuarto de una casa que no era ya su casa, sin los /zapatos el pasillo no era pasillo, las lámparas de luz estaban tenues con el mismo brillo que /tenía el gato ya viejo, tirado sobre la cama pidiéndole caricias.

Los ojos de la madre relamidos por los años eran buenos y débiles,
sobre la mesa del cuarto la máscara de su verdadera madre, los residuos del viejo lifting
/sobre una bandeja de plata que había sido regalo de bodas.
Retrovil sabía que lo había estado preparando para ella.
Mamá se sacó la máscara- pensó- y yo ahora no se que cara tengo.

Le dijo que estaba linda y Retrovil pensó que se lo decía porque estaba vieja.
Ella sabía que no estaba linda, pero se alegró de que la madre la viese linda aunque no estuviese linda, para la madre la belleza era virtud y la fealdad pecado, y ella se había
/pasado la vida pecando, defraudando a la madre.
Había usado los calzoncillos del padre en un viaje de estudios a las cataratas del Iguazú,
/eso para la madre había sido como ponerse bigotes frente a sus amigos.
Siendo niña Retrovil se había arrancado los moños que le había puesto la madre y los había enterrado atrás de la casita de muñecas, dónde su padre y sus hermanos enterraron a
/su perrito, una tardecita de noche buena que ella no estaba y no sabía que estaba muerto.

Retrovil sintió que ella tenía doce años y la madre noventa.
Si la madre había avanzado hacia adelante, Retrovil, había retrocedido hacia atrás.
Su madre de noventa le pedía a Retrovil de doce que fuese su madre, que le dijera como
/tenía que cuidarse, qué tirara el lifting por el inodoro, y le comprara pantuflas y gorro.

Retrovil sintió el deseo de salir corriendo a desenterrar los moños para ver si su madre,
la de antes, volvía.