lunes, 28 de junio de 2010

domingo, 27 de junio de 2010

Traje de fotógrafo

desde el balcón de la casa de M

Encontrarme con M después de un año y medio fue la explosión de un fuego artificial en el cerebro. Un chorro gigante de ideas, un despertar montada a un arco-iris caribeño. Me dormí sobre el estómago de un gordo invierno gris, desperté una mañana turquesa y blanca en el país donde vive la gente más feliz del mundo. En el muelle de la playa, frente a la casa de M corren niños morenos, mojados y brillantes, como de chocolate, chorreados de luz.
Trauma Aventura nace en el año 78, a los nueve meses, antes de cumplir el año, nacen sus dos hijas: Miedo y Adrenalina, dos mellizas que quieren arrancarse mutuamente la nariz. Miedo es gorda, Adrenalina es escuálida, histérica, sedienta como lengua apuntando al desierto.
Bajo un sol macuco de mañana caribe, acompañé a M en moto a comprar una camisa blanca en Armani para fotografiar la boda hindú.
Estoy aprendiendo a inclinarme hacia el lado correcto cuando la moto agarra pronunciadas curvas a alta velocidad. La adrenalina me asalta y mi miedo abraza el torso de M, se acerca al asfalto en movimiento hasta casi tocarlo.
La adrenalina es como cuando algo te salpica. No hay manera de volver atrás. Se parece al miedo agarrando la curva.

sábado, 26 de junio de 2010

Una ola caribeña lame las heridas de la absurda subsistencia, los mediocres y los rencores fueron enterrados bajo las cadenas del pupilo que no se animó a escapar.

El mar turquesa canta y moja a los esclavos africanos que corren.
Crecen palmeras en el desierto y líneas sobre una mano ciega que lloraba sobre su destino.

El mundo era un maní encerrado en un puño, sopló la libertad, y todo se expandió en la isla de piel de durazno negro.

Se desató el nudo que ataba a la mujer gorda a la vaca muerta.

jueves, 10 de junio de 2010

Horas prolongadas tejen murales de silencio.
El corazón acorazado, atado de pies y manos.
El amor se despedaza, se fractura como una pierna que no sabe gritar.

Pulmones enarbolados de humo.
Lágrimas congeladas de muñeca rota.
El mono se va corriendo por el bosque,
el cielo está triste y rosa sobre la casa.

Ella lo mira desde una ventana que se convierte en despedida.
Alguien que no sabía no llorar ahora no sabe llorar.
¿Será que no quedan lágrimas en el pantano donde se ahogan los caballos?
Amores de lágrimas gordas se adelgazan, hay cascotes y piedras sobre una herida tapada de mudos y silencios.
Escribir como desangrarse en el lavatorio donde se lavan los dientes.