miércoles, 25 de agosto de 2010

Las palmeras se robaban las palabras, las caras, los recuerdos, las personas.
El cerebro deshidratado por el ayuno y los viajes en green Jets, se parecía a un coco flotando en el agua.

Los vasos de Rohn con Cola se vaciaban en manos de los yanquis con pansa empachados en la orilla, digiriendo el Buffet del all Inclusive, rostizándose como cerditos al fuego, bajo el sol rojo de la tarde.

La arena blanca, fue siempre a mis ojos, cada mañana
un presagio,
una promesa eterna de puerta abierta al paraíso turquesa dónde se lavan las heridas con sal y espuma,
desaparecen las miserias ciudadanas, se derriten los fracasos.

Fuck Detroit!
Fuck, fuck them all,
Fuck me,
Grita Crazy Trazy, dejando caer su vestido, iluminada por la luna de queso de Bávaro,
asomando sus pechos sesentosos a través de una ventana.

El wachiman se tapa la cara con su sombrerito de marinero blanco, ella vuelve a gritar, Fuck me, como obligando al moreno, simplemente por tener él, un rabo entre las piernas.
Trazy asoma un machete detrás de su espalda, cuya sombra se agranda en la pared de la locura de la noche.
El wachiman sale corriendo a pedir ayuda, sin ni siquiera animarse a levantar su sombrerito, caído en el suelo.

Una perra callejera aúlla en la vereda mendigando sexo,
podría llamarse Trazy, pero no, no tiene nombre ni dueño.