viernes, 23 de julio de 2010

Trip Advisor

Lluvia tropical, incesante,
el mar se vacía, las nubes se degluten el aburrimiento de la gente.

De las napas de la tierra emerge jabón,
el camino es un salpullido de charcos.

El espacio se achica, el mar se vuelve de juguete.

M se robotiza con sus novias, horas prolongadas en el que desfilan por la casa muñequitas digitales de todos los colores.
El amor se me vuelve un helado de frutilla derretido al sol, y las novias eslabones de fábricas de muñecas y muñecos de tortas.

jueves, 22 de julio de 2010

Paracaídas roto

Cielo negro sobre mar verde turquesa,
un viento salvaje, con aliento de huracán, azota la orilla.
La gente corre como una manada de hormigas, recoge sus pertenencias bajo la lluvia con los pelos al viento.

Un paracaídas se accidenta, se rompe una soga.
El paracaídas escindido de la lancha y sus marineros dominicanos, con gente atada, se arrastra veloz sobre el mar.
Una pareja de humanos eyectados del mar se desplaza sobre la arena blanca a la velocidad de un sombrero.

Un grupo de 14 hombres corren a sujetar el paracaídas roto, para evitar que los turistas salgan volando.

la vida del fotógrafo

M trabaja sin parar, se consume, se le asoman los troncos sanguíneos de los brazos, está flaco como Jesus recién crucificado. Por momentos de tan cansado parece un fantasma caribeño con ojeras de arena blanca y mar turquesa.

Se levanta a las cinco de la mañana, llega al hotel a las cinco y media para hacer el “trash de dress” de los novios al amanecer. Los wachi-manes contratados por el hotel (monos del siglo 21, de marote rígido) no lo dejan pasar, ni avisarle a la novia que lo está esperando con el vestido puesto para “trashearlo”. Piensan que si viene fuera del horario habitual vendrá a hacer disturbios, a robar, quizás. Son primates disfrazados de policías.
Según el word referente de Internet, trash es destrozar, tirar a la basura. “Trash de dress” significaría destrozar el vestido. M no les saca fotos a las novias embarradas o saliendo de adentro de un tacho de basura, sino más bien todo lo contrario. Ellas siguen las instrucciones del fotógrafo y se trasforman en divas. El supuesto “trash de dress” es una buena excusa para revolcarse con el novio en el mar, jugar a ser una Maddonna, Audry Herpburn, y que quede registrado en fotos digitales por los siglos de los siglos.
Dice M, que la intimidad de una pareja que se entrega a la pasión y se olvida casi de su presencia, puede levantarle la temperatura del cuerpo.

M vuelve frustrado de discutir con los primates polizontes, le “trashearon” el business. Se los dijo: “gracias por arruinarme un trabajo de 200 dólares”.

Vuelve a su casa, sigue editando porque sino no llega a entregar los trabajos pendientes, yo mientras duermo como una osa caribeña. La noche anterior M se quedó trabajando hasta cualquier hora, editando a la bruja cachabacha, una mujer no muy agraciada, que vino a celebrar al paraíso dominicano su aniversario de casada. Entre otras desgracias tiene boca de guasón. M frente a la computadora, agotadísimo de retocar con el photoshop me dijo: “yo a ésta cachavacha la voy a dejar hermosa.” Me conmovió.
Se compenetra tanto con el sueño de las chicas (hasta sesenta aprox) de transformarse en princesas, que las hermosea hasta casi eliminar todo defecto. Las princesas después lloran cuando se ven, a veces los novios se conmueven, y a veces hasta él termina llorando con ellos y diciendo: “It´s all about love”.

lunes, 19 de julio de 2010

martes, 6 de julio de 2010

Otitis caribeña

Empecé a sentir que se me infamaba la oreja izquierda. Me dolía cuando me tocaba. Cada vez era un poquito peor.
Nos subimos a la moto para encarar la ruta en busca de un locutorio. Como siempre largué gemidos de miedo en las curvas en que la moto se ponía a 45 grados del asfalto. Mi torso apoyado en la espalda de M, mi mano en su pecho, ráfagas de miedo.
Cuando le pedí que bajase la velocidad me puteó, me dijo nena caprichosa. Es que me da miedo le dije como si fuera mi papá.

Locutorio, llamado a Assit Card en los United States of America: hola tengo dolor de oído, ¿Me dan el nombre de una clínica en Punta Cana?
Felizmente estábamos cerca porque sentía la oreja grande como la de dumbo, sordera, oído tapado como cuando despegás o aterrizás en un avión, molestias.

La clínica estaba pintada de celeste nene. La ausencia del blanco enfermizo de las paredes convencionales de los hospitales me alivió.
Dos recepcionistas en la mesa de entrada se entretenían en el messanger, una escribía, la otra miraba el diálogo de su compañera, como una Messenger voyer.

Entramos con M a un cuartito donde había una mujer extremadamente risueña, me tomó datos, me hizo firmar papeles, escribir direcciones. No se parecía a las recepcionistas de Medicus ni de Osde, me hacía firmar y se reía como una hiena que entrega cócteles y maracas en un bar.
M le preguntó si conocía a la rusa desnucada. ¿Quién? Una rusa que se desnucó al caer de la tarima en un boliche. La novia de Johnny el venezolano, estuvo internada acá y el chiste le salió a Johny como 10.000 dólares. Sentí la náusea, ellos estaban disfrutando, se explayaban en detalles morbosos, le pedí a M se dejara de hablar de mujeres desnucadas, y a la secretaria caribeña le pedí con cara seria que me llevara con el médico porque me sentía mal.

Me atendió un negro disfrazado de médico en un consultorio que parecía una maqueta.
Sobre la mesa dos portarretratos con fotos de las hijas, en números estaban escritas las edades, a modo de recordatorio. Me tomó la presión, al final mi pulso iba a mil por horas, pero a él le pareció que estaba bien. Me dijo que tenía laceraciones y mucha arena, una infección externa en el conducto.
En la laptop del doc, vi que estaba abierta la foto de una putita sensual medio en bolas. Mientras el negro estaba distraído llenando una jeringa de líquidos, le hice un gesto a M para que mirara la foto en la laptop. No me entendió. Repetí el gesto unas cuatro veces, pero no había manera de que entienda, me di de baja. Cuando el negro apretó la jeringa y me introdujo en el oído líquidos limpiadores, sentí que el mar me atravesaba el cerebro. Esto es horrible, basta, dije. Es como la locura misma. M se quejaba de no haber llevado su cámara.

domingo, 4 de julio de 2010

sábado, 3 de julio de 2010

Caminamos 8 kilómetros bajo el sol rajante hasta llegar al final de la bahía. Nos dijo un dominicano (empleado de un hotel) que era peligroso cruzar hasta el arrecife, iban a venir los violadores, estaban escondidos en la selva.
M gritaba: “¿Vos la querés violar? Mirá yo no soy turista vivo acá hace más de un año.” Insistió para que lo ignoráramos, caminamos hacia el agua para llegar al arrecife en busca de los peces de colores. Un segundo dominicano recién despertado empezó a gritar: “vuelvan, es peligroso.” Volvimos, M lo enfrento: ¿Vos también la querés violar?
-Basta, cortala, dejá de ponerme en el lugar de la violada- le grité.
Nadamos 1000 metros, no vimos un solo pez de color, cada tanto sacaba la cabeza del agua para chequear que no bajaran de la selva dominicanos con falos alzados.