lunes, 10 de noviembre de 2008



El alma liviana y triste,
descalza camina sobre los escombros.

Los dedos amanecen a la hora en que la tarde sangra y resucita sobre los zapatos rotos.
Las hermanas gordas pisaron el pie descalzo y bailarín,
los tumores en los ojos no las dejaron bailar, les coartaron los dedos.

Resentidas, Recostadas
restos de pezuñas tibias en el pelo, sobre las almohadas de barriga de reptil.
Sobre la cama acolchados de pájaros muertos,
En la pared alas negras de aves que volaban.
La casa es un abanico negro y fúnebre adentro de una vitrina.

El príncipe era un sapo que eructaba refranes sabios.
Tenía una corona de pastillas que giraba sobre la cabeza.
Retrovil se robó la que era rosada como su abuela y quedo planchada en el piso de la cocina escuchando los gritos de la madrastra y las hermanastras
y el impotente silencio del padre atado a la silla por sí mismo.

Soñaba con las manos arrugadas y las uñas rosas de su abuela y escuchaba al carnicero del reino afilar el cuchillo que cortaría la carne de los animales alegres.

El ruido de los monos tratando de escapar se filtró por la cerradura de su oído.
Perdió todos los dientes en su sueño, sobre la mano rosada de su abuela.
Le salió en el pecho una llaga invisible, afloraron todos los recuerdos con espinas, le sangraron las muñecas, creció un árbol repleto de zapatos viejos que abrieron puertas y ventanas veladas.

En el jardín la esperaba la luna.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Parece el final de una larga historia donde se quema la pagina y el dolor pasa a ser un decorado con precio fluo. El paisaje interioir de lejos como el efectito de mi compu, una distancia donde cada uno encuentra su lugar Y se acerca para jugar al dolor con Retrovil liberada.
Voy a ver si lo dibujo: es lo que mas me gusto. EL filtro del oido, el cuchillo.