jueves, 29 de octubre de 2009

Había una vez un palacio,
Mamá y papá han muerto- gritó la voz ronca de una princesita.

Princesas enanas en triciclos, vestidas de luto esperando que llegue el circo.
Los reyes, dos gigantes procreadores de enanas
muertos
sobre la mesa del jardín con las ropas abiertas.
los zapatos puestos.

El rey está muerto pero tiene una mano sobre los pechos enanos de la reina gigante.
Fue su última voluntad, dijo una enana
y leyó el kamasurtra.
El cerdo está sentado en el trono con la servilleta puesta.
Algo crece sobre las paredes,
se devora los tapices, los cuadros.

Un lacayo se arrancó los ojos y mendiga en la puerta ciega del palacio.

miércoles, 28 de octubre de 2009

Los trajes elegantes de aquél entonces se volaron.
Sobre las paredes sombreros sin cabezas, ni mujeres.
Los últimos cuerpos fueron rotos,
caídos,
heridos en los tendones huecos del vacío de las cosas que es como el fondo de un zapato de taco en el fondo del ropero vacío.
Los vidrios empañados u olvidados,
no siempre hay algo o alguien atrás de la ventana.

Al basurero se arrastraban en hilera los pedazos de nada amenazados con extinguirse.
Una súplica, un pedido de desaparición en el arrastre ojeroso con las fotos rotas de lo que ya no existe a cuestas,
el vacío pesa.
Nadie nunca aparece aquí.
nadie
nunca
aparece
aquí.


¿Cuando llega la extinción?
En los cristales de la araña deprimida caminan tarántulas embarazadas
que algún día lastimarán a sus crías con lenguas ponzoñosas.
Las manos enguantadas,
las piernas bajo la mesa nunca dejan de moverse, hasta en los velorios cuando se espera la muerte de la muerte o la muerte del cadáver y se mira el reloj para volver a la vida o a la muerte.

Allí no es aquí, son sueños, casi todo casi siempre nunca.
No hay aquí ni allí.
Había, hubo, ya no hay.
Los sujetos de las oraciones se volaron,
El verbo fatigado
dejó a la nave sobre un tácito silencio con vacío de verbo y de sustancia.
Un quiebre en la recta, es el comienzo del círculo
de la soledad.

lunes, 26 de octubre de 2009

viernes, 9 de octubre de 2009

No era posible bajarse,
ni frenar el auto.
Moriríamos sentados en el viejo Chevrolet azul,
papá manejando
mamá preparando sándwiches.
Habían niños sobre postes en medio de la ruta,
Me tiraban globos azules y rojos,
Cantaban Glory, Glory Alelu-Aleluya.
Uno que tenía cara de ser mi hermano mellizo me apuntó con un revolver de juguete
Apretó el gatillo,
Se escribió mi nombre en el aire con polvo blanco.
Rudy stupid.
Se oyeron las risas de las viejas borrachas que salían de los hoteles
acomodándose la ropa interior.
Se hacía de noche.
Un globo rojo se incrustó contra el vidrio
como un coágulo de sangre.
Tuve la esperanza del accidente, la bienaventurada fatalidad, el ansiado fin.
No había otra manera de frenar el auto eterno,
quizás seguiría andando con los cadáveres nuestros durante toda la vida.
Papá prendió un pucho, quemó el globo.
Mamá cantó lo que cantaban los niños de los postes, Glory Glory Alelu aleluya.
Yo señalaba los niños en los postes tirando los globos, ni mamá ni papá los veían.
Los carteles de la ruta tenían nombres de mártires.
A mamá le lagrimeó el ojo y se le escapó un gemido cuando leyó Dolores.
Papá subió el volumen de la radio para no escucharla.
A mamá le crecieron unos cuernos de marfil de elefante.
Ella no se los veía, se miraba al espejo, se pintaba los labios.
Papá me hacía señas para que me quede callado.
Si abría la boca, me cortaba el cuello.
¿Estoy bien?-preguntaba mamá por preguntar algo.
Muy bien-decía papá.
Llegábamos a una estación de servicio, las prostitutas llevaban bandejas, rodeaban a papá y le entregaban un menu.
Un hombre cargaba nafta, papá se iba adentro de la estación de servicio.
Cuando salía mamá tenía los cuernos más largos.
Los sándwiches de mamá se iban pudriendo, y ella se los comía contenta.
-Qué lindo viaje-
Cuando se empañaban los vidrios yo escribía
death.
El auto se transformaba en auto fúnebre y seguía andando
Mamá y papá estaban muertos,
se pudrían adentro del auto.
Papá manejaba, mamá preparaba más sándwiches.

viernes, 2 de octubre de 2009

IV


Alicia trataba de acostumbrarse a los colmillos.
Pensó que le servirían para asustar a los estúpidos chicos de su barrio que la perseguían a veces para escupirla y decirle maldades.

Practicaba todo tipo de caras monstruosas y los corazones de los conejos latían alocadamente por el miedo.
Todo el mundo sabe que la amenaza más grande de un conejo es el infarto causado por el pánico.
Alicia apretó con fuerza los cuerpos de los conejos para escuchar el tic tac de los corazones, se reía, imaginaba que eran bombas a punto de explotar, ocultas en falsos conejos
y la casa, la guarida de un terrorista.
Escuchó la mano del conejo gigante y egocéntrico cerrar las canillas,
la puerta estaba entreabierta,
el conejo apareció frente al espejo y empezó a estirarse la piel del cuello,
se la ablandó como si fuera de goma, las manos del conejo forcejearon para arrancarse la cara, que de repente se convirtió en careta.
Varios conejos yacían muertos sobre el acolchado, habían muerto de pánico escénico.
¿Quién es usted? Preguntó Alicia.
Un lobo se dio vuelta y la miró con la boca abierta, una larga y delgada lengua la llamó con hambre.
III

Alicia se despertó en la cama, el acolchado de conejos roncaba tan fuerte que la despertó.
Sacudió el cuerpo y el acolchado dejó de ser acolchado, cientos de conejos volaban hacia el sillón donde reposaban las prendas de ropa de Gonsalez, el conejo gigante egocéntrico.
La puerta del baño estaba abierta, se oía la ducha prendida.
Alicia se tapó los oídos escandalizada, Gonsalez estaba desnudo.
Alicia abrió la boca para ver si todavía estaban sus dientes de coneja.
Le transpiraba la frente, y las manos,
los ventanales hacían caras de horror sobre los vidrios empañados por el amanecer.
Alicia recordó las comadrejas puritanas del bosque,
-no voy a escucharlas, no quiero escucharlas-
Sobre los vidrios se dibujaron los seños fruncidos y las peras alargadas de sus tías Moralinas,
Alicia se tocó los dientes, y el dedo se rasgó por el filo de los colmillos.
Sus dientes ya no eran dientes de coneja,
Había adolecido,
Gonsalez se los había llevado.
La coja de dentadura postiza había dicho la verdad.

jueves, 1 de octubre de 2009

Alicia ( continua)

Llegó a una habitación con grandes cortinados que escondían conejos.
La metieron adentro de una cama con un acolchado de conejos.
Detrás de las cortinas había conejos que se reían de ella.
De la araña colgaban conejos que la miraban con las orejas erguidas como esperando que ella diga algo.
Me llamo Alicia- dijo asomando sus dientes de conejo, y las orejas de los conejos respiraron.
Se abrió la puerta del baño y Alicia vio que había un conejo gigante y egocéntrico mirándose al espejo.

Alicia quiso ir al baño a verlo, nunca había visto un conejo parecido, pero un conejo le abrazó el pie, y la hizo caerse.
El golpe no dolió porque el piso era una gran alfombra de conejos que se movían y Alicia rodaba para un lado y para el otro, y se reía mostrando sus dientes de coneja.
Salió del baño el conejo gigante y egocéntrico, con olor a jabón y comenzó a increparla.
Pero Alicia no entendía el idioma de los conejos.
El conejo gigante y egocéntrico tenía un collar de dientes de conejos y en la muñeca un amuleto de pata de conejo.

Alicia se acordó de una vieja maestra coja con dentadura postiza,
una vez le dijo que los ratones no visitaban las casas de las niñas de desproporcionada dentadura,
sus dientes serían arrancados al adolecer por un gran conejo llamado Gonsalez, coleccionista de dientes de conejas.