jueves, 1 de octubre de 2009

Alicia ( continua)

Llegó a una habitación con grandes cortinados que escondían conejos.
La metieron adentro de una cama con un acolchado de conejos.
Detrás de las cortinas había conejos que se reían de ella.
De la araña colgaban conejos que la miraban con las orejas erguidas como esperando que ella diga algo.
Me llamo Alicia- dijo asomando sus dientes de conejo, y las orejas de los conejos respiraron.
Se abrió la puerta del baño y Alicia vio que había un conejo gigante y egocéntrico mirándose al espejo.

Alicia quiso ir al baño a verlo, nunca había visto un conejo parecido, pero un conejo le abrazó el pie, y la hizo caerse.
El golpe no dolió porque el piso era una gran alfombra de conejos que se movían y Alicia rodaba para un lado y para el otro, y se reía mostrando sus dientes de coneja.
Salió del baño el conejo gigante y egocéntrico, con olor a jabón y comenzó a increparla.
Pero Alicia no entendía el idioma de los conejos.
El conejo gigante y egocéntrico tenía un collar de dientes de conejos y en la muñeca un amuleto de pata de conejo.

Alicia se acordó de una vieja maestra coja con dentadura postiza,
una vez le dijo que los ratones no visitaban las casas de las niñas de desproporcionada dentadura,
sus dientes serían arrancados al adolecer por un gran conejo llamado Gonsalez, coleccionista de dientes de conejas.

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