lunes, 28 de diciembre de 2009

Carta a los reyes magos o quién corresponda

Escribí una imagen y fue como tirar una piedra al agua, se formaron círculos, se trazaron ondas. Apareció una casa decadente, alguien siempre se volvía un podrido o se iba pudriendo para que la trama se pusiera jugosa, (no hay historia sin pecadores, no hay literatura sin Adan y Eva).
Crecieron personajes, se deshicieron en la debilidad de la primera versión, fueron tirados por el acantilado de Esparta para reinventarse de las cenizas en segundas y terceras versiones. Las mutaciones llevaron años.
Se movían, se desplazaban en un jardín, se seducían alrededor de un muerto que se negaba a ser enterrado.
El papel es ahora un pequeño sarcófago como el de la bella durmiente, que espera llegue algún Deus ex máquina, o un príncipe que los haga saltar del sueño del papel a la forma y la materia de todo rodaje.
Para que la magia sea posible, en algún campo han de crecer billetes como en las buenas cosechas. Ruego para que las lluvias de los buenos dioses hagan florecer los campos de los años venideros, para que los muertos sobrepasen el papel y el círculo siga rodando.

sábado, 26 de diciembre de 2009

El tiempo estaba hinchado del sinsentido, embarazado de lechones aburrimientos.
Los amigos habían huido a cuevas remotas, y yo estaba sólo obligado a estarme conmigo y con mis huesos.
Sabía que no tenía otra alternativa que aprender a escribir para vencer el aburrimiento padre de vivir anclado a mi persona.
En la isla lo único que no escaseaba era el lápiz y el papel. Mi isla era de asfalto, de obelisco fálico, de autos incesantes de la mañana a la noche.
Putopía, se llamaba.
Al menos sentí alivio al escribir el nombre.
Putopía, escribí y dejé que el aire mentiroso de los Buenos Aires se lleve el papel.

Adentro mío había un agujero gigante que se ensanchaba, me iba devorando la capa de afecto.
Los músculos de las piernas se me entumecían por la falta de bicicleta.
Aburridos lechones me miraban desde la terraza de la torre preguntándome que iba a hacer de mi existencia,
se chupaban los dedos sucios manchados con restos navideños,
y me suplicaban que saliera a la terraza para morderme los muslos gordos,
la digestión era una siesta interminable.

Las sombras de los amigos habían quedado junto a mí, y era imposible deshacerse de ellas, hasta me acompañaban al baño.
Llegué corriendo a la playa de escombros de playa putos, sin bicicleta y sin Prozac, grité los nombres de mis amigos que eran los mismos que los de las sombras, como si en frente mío hubiese un océano capaz de devolverme los amigos de carne y hueso y llevarse sus incorpóreas y fantasmáticas presencias.

Soñé durante un instante la llegada de un barco capaz de navegarme a una fiesta en Copacabana, quise revolcarme en olas de pies negros, batucadas y tambores.
No había un océano capaz de nada, solo un charco negro y gigante que respiraba algo sucio,
emergían a la superficie bagres con bigotes contaminados de petróleo,
pronunciaban mi nombre,
y nadaban hacia mí para morir en la orilla de mis pies.

jueves, 24 de diciembre de 2009

Lo último que oímos de papá fue el ruido de puerta.

Mamá lo golpeó con el arbolito de navidad que nos había mandado abuela.
A través de la cerradura mamá era una bruja. Le había crecido un lunar maligno en el borde de la papada, si lo tocábamos nos convertiríamos en lunares de ella.

Todas las pelotas que adornaban al árbol rebotaban en el piso, la nariz de papá chorreaba sangre.
Mamá gritaba andate a la con de tu ma, (o sea la de mi abuela),
cuando decía malas palabras las cortaba para que no entendiésemos y al final mis hermanos y yo teníamos nuestro propio lenguaje escindido y roto, pero nuestro al fin.

En nuestro cuarto sonaban villancicos mientras las pelotas del árbol rebotaban y papá se sacaba de la nariz un pedazo de rama.
Noche de paz, noche de amor, entre los astros que esparcen su luz, viene anunciando al niñito Jesus.
Andate a la con de tu ma
Yo me imaginaba a papá suplicándole a mi abuela abriera las piernas para meterse de cabeza en su agujero.
Después pensé en mi abuela embarazada de papá en el geriátrico.
En el dibujo de la familia que tuve que entregar para pasar a primer grado, dibujé a mi abuela pariendo a papá sobre la bandeja del desayuno, rompiendo los huevos de mamá.
Pasó un tiempo en que no se hablaba de papá.
Tampoco nos estaba permitido preguntar por él. Papá se fue a la luna-había dicho mamá- se rompieron los cohetes y no tiene como volver.
Se rompieron los cohetes y se rompieron las pelotas del árbol de navidad para siempre.
Cada vez que mamá nos venía a dar el beso de las buenas noches, yo tenía miedo de tocar su lunar maligno y convertirme en lunar de ella,
y pensaba que papá estaba a salvo viviendo en un crater adentro de la luna.

viernes, 4 de diciembre de 2009

Lo imagino en el Caribe,
recogiendo pedazos de su cerebro enterrados en la arena
Sun boy- grita un gringo
y le crece una melena rubia de heman cuando ya tiene el poder y camina sobre las rastas recién rotas hasta la orilla
mira hacia acá
y se deja sacar unas fotos en sunga, bajo la palmera, calcinándose los brazos musculosos y midiendo los kilómetros nadados.

Jugamos al ping pong con palabras que nunca alcanzan para nuestras antenas desquisoides,
La sensación de una abstinencia muy grande,
y de medir la profundidad del mar ausencia con los pies de muchos gigantes mutilados,
la pérdida del lenguaje de las cotorras que descose las risas de todos los relojes.

Había un barco sobre un caballo,
El caballo salió galopando y el barco se fue a la mierda.

Hablamos de aspiradoras, snorkels y riñoneras,
los objetos hablan por nosotros,
hay un siamés roto y llorón que extraña la psicodelia y camina por la casa como si caminara por las paredes, como si estuviera en un largo e interminable rodaje, en el que se repite una y mil veces un mismo plano.
Un rodaje estático en la misma secuencia, justo antes del desenlace.
El silencio es una laguna que ahoga en la isla sin disparate.
Alguien adentro de nosotros nos tiene atados de pies y manos,
y hay que limitarse a observar la caída de los ídolos mudos.

Varios edificios con locas disfrazadas sacándose fotos se desplomaron
y el aburrimiento se hizo moneda común en la quietud sin clicks.
Después del quiebre de la rama y la desaparición del mono Ruiz,
para cubrir el crater creció una casita roja.
Y le crecían patas sucias, granos para explotar, y amor de muchos colores,
Y el viento volaba velas de barcos que volaban entre edificios, cables y antenas grises
esperando el regreso del barco-caballo
del fondo del Océano.

miércoles, 2 de diciembre de 2009

El vacío de las palabras cuando se ausentan,
el silencio impone, somete.
Mi ánimo flota en el viento, siempre a punto de naufragarme.

Si me quedaba callado,
el silencio ocupaba todo mi cuerpo.

Cuando las palabras desaparecían,
y el silencio estaba a punto de borrarme la frente, las manos, los ojos.
Alguien sin cara me preguntaba: ¿te comieron la lengua los ratones?

Yo pensaba en un banquete de ratones, familias de ratonas, ratones y ratoncitos despedazando mi lengua para comerla, esperando que lleguen las doce para abrir los regalos y gritar con la panza llena de mi lengua: feliz navidad.