jueves, 24 de diciembre de 2009

Lo último que oímos de papá fue el ruido de puerta.

Mamá lo golpeó con el arbolito de navidad que nos había mandado abuela.
A través de la cerradura mamá era una bruja. Le había crecido un lunar maligno en el borde de la papada, si lo tocábamos nos convertiríamos en lunares de ella.

Todas las pelotas que adornaban al árbol rebotaban en el piso, la nariz de papá chorreaba sangre.
Mamá gritaba andate a la con de tu ma, (o sea la de mi abuela),
cuando decía malas palabras las cortaba para que no entendiésemos y al final mis hermanos y yo teníamos nuestro propio lenguaje escindido y roto, pero nuestro al fin.

En nuestro cuarto sonaban villancicos mientras las pelotas del árbol rebotaban y papá se sacaba de la nariz un pedazo de rama.
Noche de paz, noche de amor, entre los astros que esparcen su luz, viene anunciando al niñito Jesus.
Andate a la con de tu ma
Yo me imaginaba a papá suplicándole a mi abuela abriera las piernas para meterse de cabeza en su agujero.
Después pensé en mi abuela embarazada de papá en el geriátrico.
En el dibujo de la familia que tuve que entregar para pasar a primer grado, dibujé a mi abuela pariendo a papá sobre la bandeja del desayuno, rompiendo los huevos de mamá.
Pasó un tiempo en que no se hablaba de papá.
Tampoco nos estaba permitido preguntar por él. Papá se fue a la luna-había dicho mamá- se rompieron los cohetes y no tiene como volver.
Se rompieron los cohetes y se rompieron las pelotas del árbol de navidad para siempre.
Cada vez que mamá nos venía a dar el beso de las buenas noches, yo tenía miedo de tocar su lunar maligno y convertirme en lunar de ella,
y pensaba que papá estaba a salvo viviendo en un crater adentro de la luna.

No hay comentarios: