viernes, 2 de octubre de 2009

IV


Alicia trataba de acostumbrarse a los colmillos.
Pensó que le servirían para asustar a los estúpidos chicos de su barrio que la perseguían a veces para escupirla y decirle maldades.

Practicaba todo tipo de caras monstruosas y los corazones de los conejos latían alocadamente por el miedo.
Todo el mundo sabe que la amenaza más grande de un conejo es el infarto causado por el pánico.
Alicia apretó con fuerza los cuerpos de los conejos para escuchar el tic tac de los corazones, se reía, imaginaba que eran bombas a punto de explotar, ocultas en falsos conejos
y la casa, la guarida de un terrorista.
Escuchó la mano del conejo gigante y egocéntrico cerrar las canillas,
la puerta estaba entreabierta,
el conejo apareció frente al espejo y empezó a estirarse la piel del cuello,
se la ablandó como si fuera de goma, las manos del conejo forcejearon para arrancarse la cara, que de repente se convirtió en careta.
Varios conejos yacían muertos sobre el acolchado, habían muerto de pánico escénico.
¿Quién es usted? Preguntó Alicia.
Un lobo se dio vuelta y la miró con la boca abierta, una larga y delgada lengua la llamó con hambre.

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