jueves, 18 de diciembre de 2008

Las letras caídas del tender. Los zapatos de oficina acechando las puertas dónde crecen las palabras como hongos. Mocasines sobre poesías varadas, atrapadas en los números de las facturas, trirurándose en trituradoras de folletos. Cuando era chica me escapaba de la clase escribiendo cualquier cosa que me pasara por la mente. También había un libro de cuentos eróticos de Anaís Nin que circulaba por arriba de las túnicas azules azules. Desde entonces las palabras como hongos. El tic tac de los relojes gatillando sobre las palabras que quieren jugar y nadie les abre la ventana.
Estoy en lo de Mompy que me ofrece cerveza y se alegra genuinamente bde verme frente al teclado para desvarar las palabras varadas y heridas.
Las noches son ahora como estar escondida en el juego de las escondidas, mientras el tic tac va pasando y una corbata invisible te persigue para que ya no vuelvas a saltar el alhambrado.
No tener computadora, la computadora rota es como estar entumecida. Las tramas enloquecidas se cruzan y hay un niño que asoma la boquita y pide leche, pide teta y le da sentido a todo como cuando el niño ha nacido. Es un diciembre de asfalto que tritura con dientes de celulares, vahos de fotocopia. Todo se rompe en mi casa de ama de llaves, llamo a los gremios para tratar de apaciguar la angustia que le provoca a la reina que ni con dinero existe lo perfecto, y algo siempre asoma su uña para desgarrar la ropa, la tecnología, los teléfonos. Es como si la casa estuviera maldita y algo siempre está condenado a romperse. Escribo y siento como si volviera a la ruta, y se encendiera la radio.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Te vas como una tostada que se quemo y hay que rascarla con el cuchillo y la sensacion del desayuno y lo familiar y aplazada en matematica y blah blah blah.
Mucho y y solo evol: que es love.