viernes, 15 de mayo de 2009

Hay que hacer lugar

La adrenalina fue en un principio antes de nacer.
Después desapareció.
El nuevo llegó a la tierra y pensó que las caras de todos eran parte de un engranaje que venía de muy lejos.
El padre tenía sudor en la frente y las manos nerviosas cuando lo miró a los ojos por primera vez.
-Hijo- y su voz le pareció falsa.
- Agarrale la cabeza- gritó la madre miedosa con la cara húmeda de lágrimas.
Lo primero fue el miedo.
- Creo que se parece a mí- y se reía sin risa la madre miedosa para que no se le descociera la herida entre las piernas.
Las sábanas estaban sangrando todavía.
-No hay nacimiento sin sangre- había dicho el médico.
¿Para qué y por qué lo habían traído?
No había una respuesta.
Nunca la hubo.
Él nunca preguntó.
Algunas preguntas estaban tácitamente prohibidas, quizás porque no tenían respuestas.
En el hall de entrada de la casa estaba la abuela postrada esperando la carroza fúnebre.
Su muerte era inminente.
-Abuela, no hay lugar para todos- le había dicho el nieto mientras empaquetaba sus pertenencias de la época de la segunda guerra para mandarlas al Ejército de Salvación.
Mientras tanto su mujer colgaba tules blancos sobre la cuna, restos de su vestido de novia.
Una vecina que tenía una fábrica de pastas había cocinado la última cena de la abuela y la acompañaba en la antesala de la muerte mientras la abuela se despedía de su casa. Todos los perros ladraban como si estuviera por llegar la perrera a matarlos.
-¿Por qué tengo que morir?- le había preguntado la vieja sin haber probado un solo bocado.
-Hay que hacer lugar- dijo la vecina.
Y se oyó el aullido triste del perro que todas las noches besaba la planta de los pies de la abuela. Gemía y corría detrás de las grandes ruedas de la carroza y le mostraba sus dientes tristes y rabiosos al hombre fúnebre como suplicándole que se fuera.
El nuevo abría la boca y se metía la teta de la madre miedosa.
Era una teta blanca, grande y miedosa.
Era lo primero que se metía en la boca.
La madre miedosa desconfiaba de la leche de su teta pero lo mismo le pedía al hijo imperativa y amorosa que succionara. Era el primer verbo de una larga cadena de verbos.
Succionar. Lo primero era succionar la teta mamá.
-Abuela, pruebe un bocado antes de irse-
La abuela se negó y escupió sobre el plato de tallarines su última saliva.
Tocaron el timbre. La abuela salió. Una larga manada de perros la acompañó atrás de la carroza llorando. La abuela se quitó los zapatos y arrojó lo último que le quedaba de su herencia al perro más triste que corría y corría para alcanzarle sus pies.
El nuevo llegó y durmió entre gemidos de perros tristes succionando una teta madre.

3 comentarios:

Candelaria Frías dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
mompi dijo...

Es todo blanco y negro,
mas negro que blanco

me dio como miedito, el timbre, los perros.
Candi candi dark.
Rose Mary resignada, cantando canciones de cuna, pero con tul negro. Con el traje de viuda.... lluvia.....tumba.

Candelaria Frías dijo...

eL AUTOR ha eliminado su comentario me mata. ¿Qué habrá dicho? ¿Por qué se arrepintió?

Estamos pensando con Mariana mi amiga y vecina en montar algo entre arti-entretenido laberinto del terror. Animar para niños grandes desde de dark side, con música, historias, letras de canciones...