Mamita tenía tijeras en los bolsillos.
Con cada vestidito que me rompía, me crecía una joroba a la que le subía la temperatura cuando ella me incendiaba con su lengua de energúmeno.
Yo me reclinaba llorando con mi joroba afiebrada para que mis muñecas recogieran mis lágrimas y me apagaran el fuego.
lunes, 6 de julio de 2009
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