domingo, 28 de agosto de 2011



Amurida,
Amortajada,
se reía bajo el tul negro mientras se secaba las lágrimas.

Con un megáfono la amortomada anunciaba un entierro de mentira en el cementerio amohido de lluvia.

Un falso cadáver para representar la escena. El muerto era un muñeco inflable pinchado por las rebeldes.

Una espina clavía el alma amorina de las amantes que lloraban desnudas en el círculo infernal de Eros.

El olvido era una hilera de camas fúnebres, con sábanas succionadoras de recuerdos que se resistían como fetos al aborto.

Las ilusiones se momificaban por pequeños lapsos de tiempo pero después la anestesia se iba, y el dolor arrancaba de las puertas las prohibiciones y los reglamentos, todos los doctores se quedaban dormidos con inyecciones desinjectadas en la mano.

Las mujeres amortomadas se escapaban del círculo, montaban bicicletas galácticas en un espacio sin nombre, ni juicio, y repetían a coro, cada una con un megáfono, el verbo y la palabra prohibida.

Oh mon amour je te aime.

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