viernes, 3 de octubre de 2008

La risa enguantada en llanto.
El llanto adentro de un sombrero que se ríe.

El muerto se meó de risa, empapó a la viuda vestida de novia, a punto de entrar al altar con el hermano del muerto.
Una novia meada por un muerto marido no entra a esta iglesia-dijo un cura rascándose la pelada.
La mujer lo llevó al confesionario,
lo hizo confesar apuntándole los senos, lo obligó a que la casara.

Gertrudis se llamaba la madre de Hamlet.
Era una mujer obscena de senos y boca redonda,
una puta en Dinamarca.
Cuando la madre de Hamlet murió, alguien mandó al asilo dinamarqués una valija de ropa interior prostibularia.
Las viejas dinamarquesas se disfrazaron de putas y jugaron con los bastones a tocarse el sexo.
Todas se llamaban Gertrudis, todas tenían las huellas de las manos de Hamlet en el cuello, pero ninguna estaba muerta.
En el cementerio de hijos, se juntaron los fantasmas a quemar cicatrices en una fogata.
Una quema de insultos y trompadas se convirtió en venganza de humo tóxico.
Voló al asilo dónde las Gertrudis se masturbaban con bastones.
Cayeron muertas como moscas antes del orgasmo.

Hamlet abrió la lápida, saltó los muros, se convirtió en héroe de todos los hijos.

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