jueves, 10 de junio de 2010

Horas prolongadas tejen murales de silencio.
El corazón acorazado, atado de pies y manos.
El amor se despedaza, se fractura como una pierna que no sabe gritar.

Pulmones enarbolados de humo.
Lágrimas congeladas de muñeca rota.
El mono se va corriendo por el bosque,
el cielo está triste y rosa sobre la casa.

Ella lo mira desde una ventana que se convierte en despedida.
Alguien que no sabía no llorar ahora no sabe llorar.
¿Será que no quedan lágrimas en el pantano donde se ahogan los caballos?
Amores de lágrimas gordas se adelgazan, hay cascotes y piedras sobre una herida tapada de mudos y silencios.
Escribir como desangrarse en el lavatorio donde se lavan los dientes.

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