sábado, 3 de julio de 2010

Caminamos 8 kilómetros bajo el sol rajante hasta llegar al final de la bahía. Nos dijo un dominicano (empleado de un hotel) que era peligroso cruzar hasta el arrecife, iban a venir los violadores, estaban escondidos en la selva.
M gritaba: “¿Vos la querés violar? Mirá yo no soy turista vivo acá hace más de un año.” Insistió para que lo ignoráramos, caminamos hacia el agua para llegar al arrecife en busca de los peces de colores. Un segundo dominicano recién despertado empezó a gritar: “vuelvan, es peligroso.” Volvimos, M lo enfrento: ¿Vos también la querés violar?
-Basta, cortala, dejá de ponerme en el lugar de la violada- le grité.
Nadamos 1000 metros, no vimos un solo pez de color, cada tanto sacaba la cabeza del agua para chequear que no bajaran de la selva dominicanos con falos alzados.

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