martes, 6 de julio de 2010

Otitis caribeña

Empecé a sentir que se me infamaba la oreja izquierda. Me dolía cuando me tocaba. Cada vez era un poquito peor.
Nos subimos a la moto para encarar la ruta en busca de un locutorio. Como siempre largué gemidos de miedo en las curvas en que la moto se ponía a 45 grados del asfalto. Mi torso apoyado en la espalda de M, mi mano en su pecho, ráfagas de miedo.
Cuando le pedí que bajase la velocidad me puteó, me dijo nena caprichosa. Es que me da miedo le dije como si fuera mi papá.

Locutorio, llamado a Assit Card en los United States of America: hola tengo dolor de oído, ¿Me dan el nombre de una clínica en Punta Cana?
Felizmente estábamos cerca porque sentía la oreja grande como la de dumbo, sordera, oído tapado como cuando despegás o aterrizás en un avión, molestias.

La clínica estaba pintada de celeste nene. La ausencia del blanco enfermizo de las paredes convencionales de los hospitales me alivió.
Dos recepcionistas en la mesa de entrada se entretenían en el messanger, una escribía, la otra miraba el diálogo de su compañera, como una Messenger voyer.

Entramos con M a un cuartito donde había una mujer extremadamente risueña, me tomó datos, me hizo firmar papeles, escribir direcciones. No se parecía a las recepcionistas de Medicus ni de Osde, me hacía firmar y se reía como una hiena que entrega cócteles y maracas en un bar.
M le preguntó si conocía a la rusa desnucada. ¿Quién? Una rusa que se desnucó al caer de la tarima en un boliche. La novia de Johnny el venezolano, estuvo internada acá y el chiste le salió a Johny como 10.000 dólares. Sentí la náusea, ellos estaban disfrutando, se explayaban en detalles morbosos, le pedí a M se dejara de hablar de mujeres desnucadas, y a la secretaria caribeña le pedí con cara seria que me llevara con el médico porque me sentía mal.

Me atendió un negro disfrazado de médico en un consultorio que parecía una maqueta.
Sobre la mesa dos portarretratos con fotos de las hijas, en números estaban escritas las edades, a modo de recordatorio. Me tomó la presión, al final mi pulso iba a mil por horas, pero a él le pareció que estaba bien. Me dijo que tenía laceraciones y mucha arena, una infección externa en el conducto.
En la laptop del doc, vi que estaba abierta la foto de una putita sensual medio en bolas. Mientras el negro estaba distraído llenando una jeringa de líquidos, le hice un gesto a M para que mirara la foto en la laptop. No me entendió. Repetí el gesto unas cuatro veces, pero no había manera de que entienda, me di de baja. Cuando el negro apretó la jeringa y me introdujo en el oído líquidos limpiadores, sentí que el mar me atravesaba el cerebro. Esto es horrible, basta, dije. Es como la locura misma. M se quejaba de no haber llevado su cámara.

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