martes, 3 de junio de 2008

Invierno en retro

El invierno recién asomaba un dedo de hielo
que perforaba el ambiente, tocaba las piernas desnudas de las adolescentes, se metía adentro de las polleras.
La ciudad estaba cruda, morada, alguien tosía todo el tiempo.
Las voces salían de una misma nariz gigante, tonta
y azul.
Las cuerdas vocales eran tías depresivas con cara de pepino abandonado en la heladera, encogido, con hongos. Las cuerdas vocales eran huevos roto,
se quebraban frente a todos, no se podía mantener la compostura ni con el kioskero
con la voz gangosa.
El inalámbrico blanco echaba raíces numéricas arriba de la cama.
Se morían algunos en el diario todos los días,
pero no eran los que llevaban cruces en los nombres, ni los que representaban cierto rédito económico para el diario “La Nación”.
En los colegios los adolescentes hacían huelga (como las vacas del campo) por la falta de estufas, si el invierno era un gorro, un tapado de piel y unos guantes para algunos,
para otros era una botella clavada en la arena de un lago congelado,
o un dedo quemado sobre una bolsa de hielitos.

los cuadernos congelados,
“mi mamá me ama”, escrito bajo la temperatura del niño engendrado en el vientre esquimal.
Solo los San Bernardos movían la cola en la plaza, los salchichas se visualizaban
adentro de ollas calientes, querían convertirse en Hot Dog s.
A Retrovil cada tanto le gustaba pedirse un perro caliente, untarlo de mayonesa y calentar la faringe.

Costaba desnudarse en el baño, hacía falta una botella de vodka junto al jabón y la esponja, o un hombre experto en desnudar mujeres en invierno.
Habían muchas tortas dando vueltas por las casas, y todos se llenaban de crema y chocolate,
para acolchonar el cuerpo al sillón, ablandar los músculos, aislar el frío de la médula.

Andar en bicicleta de noche era asumirse gota de agua adentro de la heladera,
y a Retrovil le costaba la decisión de abandonar la guinda oxidada en el patio
y hacer la vida mediocre y miserable del pasajero de colectivo, comprar el boleto para ser ganado.
Con la excusa del frío se pasaba días con las mismas medias largas, era una elegante lingera
con tapados ingleses de la madre.

Pensaba en Prozac y en Rita Hayworth, en la tarde del día anterior que habían pasado Prozac y ella sentados arriba de la cama, sin tocarse, con el frío golpeando del otro lado de la puerta, y ellos acalorados, sin tocarse, mirando a Rita bailar adentro de la Laptop.
Prozac deseaba a Rita más que ninguna otra mujer en el mundo. Retrovil la había mirado con la retromelancolía del dinosaurio
extinguido,
ya no había Ritas, ni Hepburns. ¿Dónde estaba Marilyn?

Retrovil le había prometido a Prozac contratarle una doble de Rita la noche de su muerte, una Gilda que lo despidiera cantando con los brazos largos, enguantados y negros,
alrededor del cuello, una Gilda que le frotara suavemente la cadera en la última espalda,
le asomara las piernas a través del tajo del vestido ( lo invitara a morirse sin miedo).
Lástima que ella no se parecía en nada a Gilda.

También se había ofrecido a bailarle un numerito de tap.
El había aceptado.
Quizás bailaría “I am singing in the rain”, película que los había hecho dormir juntos
y embriagados la primera noche.
-Antes de la salida del sol, antes de su muerte, me meteré en su cama, echaré a la doble de Rita (la falsa Gilda) por la puerta grande, cerraré la puerta con llaves por las dudas (por si la Gilda quiere arrancármelo)- pensó Retrovil- me lo beberé entero y le mentiré hasta mañana.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Tienes más hijos e hijas que el resto del los hijas e hijos que tenemos los demás...
Momo... no tengas frío... salta de alegría para calentarte y no tengas miedo...

Anónimo dijo...

Bello gallego, gracias por tu aliento, te quiero. Saltemos juntos y qué nuestros hijos empiezen a andar sobre ruedas por el mundo como los perritos salchichas con pierni-ruedas!!!

Anónimo dijo...

Cande! que bueno tu blog, muy cande!! jaja... siempre me gusta saber como andas, porque me hace la ilucion de que luchi vive todavía aca, te mando un beso grande,

la ya no tan pequeña Grun

Anónimo dijo...

Ay Grun grun que lindo que me escribiste. Sí, qué bueno sería que nuestra pequeña Lulu viviera acá... Ojalá algún día vuelva y vuelvas a presenciar depiladas en cocinas, con pieles que se quedan pegadas con cera a las mesadas, en ese entonces si eras pequeña, ahora sos una señorita, una madmoiselle, aunque para mi siempre serás la pequeña grun grun. Un beso grande.