lunes, 16 de febrero de 2009

Es una ola con dientes mordiendo el plexo.
Te arrancan de vos misma, y te van enterrando de a poco en un colchón de papeles de oficina.
Solo una sandía volando podría salvarte y hacerte sonreir.
El sexo en los colchones inflables, por las noches,
cuando las luces rojas titilan de placer.
Las letras y las palabras están paralizadas, y nadás a contramano en un mar iluminado por tubos.
Querés vomitar las palabras como una sopa de letras, sacartelas del fondo de las zapatillas y que te crescan sobre los muslos hasta enmohecerte de musgos y verbos.
El doble siempre te toca los codos, a la mañana, cuando caminás hacia la oficina.
Los fragmentos del espejo roto en los sueños, en suegras edulcoradas,
en los textos que crecen e hibernan sin saber si van a llegar al verano con vida.
Los barcos atados a los muelles golpean la madera hasta gemir de impotencia.

No hay comentarios: