domingo, 3 de agosto de 2008

Gladys sentada sobre la baranda metálica mira pasar los camiones,
los carteles, una radio estúpida de fondo, la música fuera de foco, las luces rojas del hotel alojamiento la vuelven pelirroja.
Los faroles rotos por el taco furioso de sus zapatos puntudos.
El taco partido, como todos sus zapatos, por los que siempre se van.
El zapato puntudo rojo y resentido, sin taco,
revoleado hacia el gris del asfalto, como un corazón inútil, al que le falla una arteria,
un niño espartano y deforme arrojado por el acantilado.
A Gladis le falta un zapato.
Está descalza.
Es una cenicienta, su auto es una calabaza y el hotel alojamiento es el baile de una boca en la que se besan parejas que entran y salen.
En el medio de la ruta el zapato es atropellado por un camionero, da vueltas carnero, y se convierte en oreja de una vaca.
Los ojos de Gladys miran el cartel rojo del hotel alojamiento “El beso”.
Es una boca gigante y roja.
El capot de mi auto debería estar forrado con esa boca y chocarse contra otro auto con boca, adentro de un túnel negro, un beso en la noche que haga estallar los vidrios,
que mi zapato rompa los parabrisas, que se mezclen las ventanas en el aire y salten las tripas dolorosas, que las atropelle un camión con reses muertas, y se las lleve a los carnívoros.

Aletea la nariz, una vez, dos veces, a la tercera un olor a hombre rubio y salado la asalta por la espalda, se le mete adentro de las fosas. Ella aletea con las alas más erguidas que antes, como si el pájaro estuviera por despegar. Unas manos musicales le tapan los ojos.
¿Sos vos?
El hombre llora por dentro. Está en silencio. Ella no puede verlo, ni oírlo,
pero le acaricia el pelo. Él le toca la boca, la comisura de sus labios.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Gladis, en que andas, no te conectas nunca al skype. Parto maniana, cambio mediterraneo por lago sueco. Asi que ni modo, hablaremos a la vuelta.
Again, pesame por Ulises.
Besines