miércoles, 27 de agosto de 2008


Las gotas se filtran entre los dedos,
La mirada azul se esparce como una mancha, el mar se aleja quieto.
Tantea ciega la bañadera buscando algún pelo olvidado que la enrede a esa peluca de ficción que fue pelo verdadero y narices respirando.
Un borracho se tragó las horas en que la gata se escapaba por el tejado.
Los despechos de las mujeres volaron las ventanas.
La gata ya no estaba, y un gato se moría de viejo,
Vértebras, pechos con jadeos, costillas con hombrecitos diminutos de grandes cabelleras, vestidos en pana azul, todos muertos.
Todo fue a parar al piso dónde los gatos se relamen en la noche sin trompetista en la ventana.
Una mujer cercana al arpa mira el reloj, corre hacia atrásadelante para llegar a Paris.
Le pide a alguien una linterna para subir el telón de su ínfimo escenario
y ver que no hay nadie en la platea y vivió una vida de pelucas y marionetas.
No se puede detener la mancha, es una planta de nacimiento que crece hasta la muerte.
Hay ojos que se van cerrando, y las manos no saben, no pueden levantar los párpados grises que quieren irse.

No hay llanto capaz de nada.

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