viernes, 18 de abril de 2008

Envejece

Las ojeras,
y la carne que le cuelga del brazo
son ruedos descocidos.
El porte desinflado,
Las clavículas junto al cuello
dejaron de ser
imponentes escuadras.
El monumento se volvió
alga.


Sus zapatos con tacos,
me asustaban en los pasillos,
eran gritos,
eran látigos.
Ahora,
sus pasos son gotas de llovizna,
susurros
en la tarde verde.

A penas la oigo.


Estoy lejos sin saber en donde,
zigzagueando pozos, zanjas,
esquivando las manos
que salen
de adentro de la tierra
para atraparme
los tobillos.

Estoy lejos sin saber en donde
haciendo malabares con relojes de cotillón
que se me pegan a los zapatos,
en el circo de las horas.

Estoy lejos sin saber en donde
esperando los aplausos
de un público imaginario
sentado
en las butacas de los ojos,
el olfato y el juicio.

El cansancio se agazapa
en todos los rincones,
me mira de reojo,
bosteza,
mientras la bicicleta de mi boca
sigue andando sobre la cuerda floja,
siempre a punto
de caerse.

Alguien se está yendo.
Estoy lejos sin saber en donde
No puedo darme vuelta,
No quiero despedirme.

2 comentarios:

light maker dijo...

che vieja, como escribis, tenes una cosa alucinante, esa vieja del relato , asi de tan corto me dio miedo, ternura, ganas de matarla y no se cuantas cosas mas, m hizo acordar a tantas mujeres q he conocido, desde mi abuela hasta una profesora de ingles q tenia en segundo de la sec.
Nada, eso, es una catarata de imagenes en randomflash.
T mando mil besos

Anónimo dijo...

Que bueno que mis fantasmas resuciten los tuyos. Esta lleno de esas viejas, y de hecho si no muero antes me convertire en una de esas.