martes, 22 de abril de 2008

A la piel le crece una pelusa
que absorbe imágenes como si pintara sueños.
Los ojos como el canal, el farol, y el cisne
cuando se fusionan en la noche,
en la sombra sobre el agua,
que miran ella y él desde el puente,
sin banco
con piernas que flotan en el aire.

Hay un cansancio
que se parece a las alfombras
al borde de las bañaderas,
dónde los gatos se acurrucan,
bajo la inercia del vano maullido.
Pero hay algo, como una pierna
que lo atraviesa, lo salta, lo esquiva,
lo saltea, y obliga
a los ojos
a escribir mirando,
y a las manos
a pintar sueños.

Es una planta que sale de la cabeza
ya crecida toda verde,
es un planeta de yuyos,
y en las ramas hay duendes
que hablan idiomas cuando salen de la sombra,
cuando la luna les ilumina las crines blancas
y enanas,
y las piernas de los amantes flotan
y los ojos brillan, Ámsterdam.

Es un escenario del que Alguien
que es alguna, no quiere
escapar.

Los huecos de la cabeza
dejan de ser trincheras con soldados escondidos,
bolsas de nylon sucias, con restos de comida vieja,
y agendas engominadas.

La bañadera se va llenando de burbujas,
y suena una orquesta que viene de un viejo bosque
con músicos escondidos entre la maleza.
Giran mujeres, salpicadas en sol,
transparencias violetas, naranjas, amarillas,
y las voces que se elevan .

Escapar no quiere. Alguien que es alguna.
Es un escenario.

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