viernes, 9 de mayo de 2008

La mamita y el papito,
tirándola y atajándola del tobogán,
ella era diminuta.
Ahora grandulona,
la sostienen
cuando algo adentro de ella
quiere saltar por la ventana
y romperse.

Ellos ya son viejos,
como los rayos de las ruedas
de las bicicletas sin manubrios,
pero corren si un hijo grita
y algo está a punto de romperse.
Hubo un corazón enfermo
se lo cargaron en la espalda
atravesaron la frontera,
subieron la montaña
y lo sanaron.


El pelo se puso blanco,
la tarde amarilla
el sol detenido atrás de la mano temblorosa,
la que vuelca el agua de las jarras,
va caerse un día sobre las manos
de la hija,
como la flor cuando se desmaya
antes de deshacerse en la tierra.
Ella besará sus párpados,
Se implantará los huesos,
Se beberá los ojos.

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