domingo, 11 de mayo de 2008

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Escribir cuando hay algo para decir, o escribir cuando no hay nada que decir, cuando la noche es frívola como hoy. En noches como ésta hay una tal Ariadna (hace siglos que ya nadie puede pronunciar su nombre y ahora solo la llaman Adriana o Adri) que tira un hilo a través de un laberinto sin salida ni minotauro. La tristeza de Ariadna no es tanto por el laberinto, ya asumió que el laberinto tomó el único palacio en el que ella puede vivir: la peluquería de once en la que trabaja, su cuerpo dañado por la celulitis, la familia (ese otro laberinto adentro del laberinto). Ni siquiera en el locutorio se siente a salvo. La tristeza de Adriana es porque el Minotauro está muerto ahora para ella. No sabe de qué le sirvió matarlo si el tipo pesa más muerto que vivo. Los fines de semana eran ese infierno de cachetadas y persecuciones por Corrientes y Pueyrredón, te voy a matar puta de mierda, pero por lo menos ella corría y sentía que las carnes de los muslos se le movían, tenía algo real de que escapar, ahora en cambio está sola, clavada en ese locutorio con las piernas lechonas, inertes sin saber a quién escribir.

Hay una tal Marlene que algunas noches, cuando todo está medio muerto, escucha el cri cri cri del conejito a cuerda, el que tiene la pelambre blanca sucia, cri cri cri, hace círculos encima de la mesa, el conejito, y ella sale a la autopista en el auto a mirar a las parejas salir de los hoteles alojamiento. Babilonia, Magnus, Kebon, Real Horizonte, Okey. Se pone anteojos negros. No puede evitar ponerse anteojos. Antes se toma un wiscky de una petaca, cri cri cri y espía a las parejas cuando salen. Escucha My funny Valentine, una versión de Chet Backer, y de fondo el caño de escape del auto, porque nunca apaga el motor para no dejar de sentir que es una pasajera en tránsito. Alguna que otra vez llora mientras la lluvia golpea sobre el vidrio de su auto y el parabrisas parece tenerle lástima. Entonces entre los sollozos y los tragos de wiscky saca un alfajor Jorgito de la guantera. Lo mastica. Le gusta ese alfajor porque tiene nombre a nene que juega a la pelota, gusto a morochito de barrio que un día perdió los anteojos y lloró a moco pelado y ella consoló. No llores Jorgito. Las lágrimas mojan el borde de los anteojos y las patas color crema. Marlene se hace llamar Marlene por la Dietrich. La elige porque es ambigua, medio hombruna igual que ella. Aunque a la Marlene la querían todos y a ella no la quiere nadie.

Marlene saca fotos digitales de las puertas de algunos hoteles alojamiento y después da cuerda al conejito, cri cri cri en forma de círculos, sobre el colchoncito redondo del mouse, mientras las baja en su computadora para publicarlas en ese sitio www. solosyhechosmierda. com dónde se mete Adriana cada sábado para ver si encuentra un Teseo que le quite el peso del minotauro muerto.

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