viernes, 26 de septiembre de 2008

Todo el amor hago el odio.

Hay vértebras colgadas de una casa muerta de un balazo,
Las puertas tienen manijas a punto de caerse.
Ya no hay vidrios para sangrar.

Todo el olvido hago memoria,
Todos mis pensamientos hacen tu ausencia,
En mi cuarto
tu amarillo
oscureciendo los pensamientos de mi almohada.

Hay piernas tiradas en rincones de luz esperando la noche para que llegue la mañana.
Hay un corazón, es un violín que agoniza en la sordera del patio.
Los lamentos trepan por el cuello hasta los ojos,
se enredan en el pelo, se meten en las orejas, reptan en el pecho
como los bichos peludos del asco.

Los últimos pasos fueron dados en la agonía de las piernas,
cuando el sol se despedía de todas las cosas .
El borde blanco del espacio fue mordido por la condesa hambrienta de muchachas.
La vieja dentadura despedazó la carne fresca.

Se vaciaba la historia de todos los vasos, de todas las fiestas, de todos los gestos, vistiendo de muerte al amor indescifrable.
Los barcos no tienen sepultura, se mueren navegando.
Hay agujeros en la ropa, serpientes en las mordeduras.

Yo dormía y vos apuntabas a mis piernas,
con el rifle de la condesa hambrienta.
La puerta estaba escupida
y en el portazo de tu bota había restos humanos
que se parecían al color de mis ojos llamádote.

Toda el día hago la noche,
Todo el odio hago el amor,
Todo hoy hago el ayer,

Todo el ayer era mañana.

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