viernes, 25 de julio de 2008

Gladis espera

Mete el papelito con el nombre de él adentro de una botella de vidrio vacía de aceite de Oliva en la que hay miel. No cree en la magia blanca, pero por las dudas. Gladis abre de vuelta el I ching al azar. No la convence. Le miente. El I-ching la defrauda siempre.
El auto siempre se rompe a penas entra en la ruta. El taco se congela sobre un acelerador que se derrite. Se emborracha sola esperando el remolque y piensa en el rubio salado. Crónica de una desaparición anunciada-piensa- y se toma las últimas gotas de Jack Daniels, pero la asalta el gusto salado y rubio de sus propias venas borrachas y blondas.
Quisiera hacerle dedo a un camionero que tenga un mono de copiloto. Un mono que me proponga tirar al camionero y escaparnos en el camión. El amor termina siendo siempre un parabrisas. La lluvia quiere atravesar el vidrio del auto, y Gladis piensa en el arco iris. Los zapatos mojados por las gotas de lluvia del patio que pisó hace una semana. El amor y el juego de las escondidas. Quiere esconderse de la idea, él no existe, es solo una idea quisiera decirse, pero la idea es un gato que se le mete entre las piernas y le maúlla. Un tul hacia adelante, el nombre de él escrito en un papelito, la mirada difusa, el foco en el asfalto mojado por la lluvia. Asterisco, un, dos, tres, numeral, enviar y recibir. Ningún rubio en ninguna casilla. El potro, el homosapiens, el mono rubio se ha ido al África. Gladis relincha, se arranca el escorpión del escote, lo tira por la ventana y se chupa la sangre del dedo de la espina seductora. Suena el teléfono.

1 comentario:

Anónimo dijo...

sos una escritora 3d!
sabelo.
fede