martes, 9 de octubre de 2007

martes de lluvia

¿Uno escribe para uno o para los demás? No se si solo hay que escribir cuando uno tiene algo para decir o simplemente escribir para existir. Me da una mezcla de tristeza y alegría lo virtual que se ha vuelto el mundo, y aunque quiere salirme de eso, ya no es posible, porque soy una hormiga más de este absurdo hormiguero. No sé si a cuanto más virtualidad una está más sola o todo lo contrario. La lluvia me llueve por dentro esta tarde de martes gris enBuenos Aires. Una empanada caliente del microhondas me dejó el labio con una llaga negra, y me veo al espejo y no puedo creer que una empanada pueda ser tan agresiva. Hace mucho que no me pierdo en la lectura larga de libros, y me excuso con la falta de tiempo, me da bronca mentirme y siento que hay tantos mundos y no se puede estar en todos y entonces uno termina no estando en ninguno.



El tiempo está fragmentado, fisurado, perplejo, y hay algo en todo esto de gallito ciego, mancha o escondidas. Siempre corro, siempre hay alguien o algo que se escapa, y siempre siento que hay alguien al lado mío que no puedo ver, aunque siento que me respira muy cerca, a penas lo toco con mano torpe con los ojos vendados y la mano me queda chica y ese alguien después se va, y yo vuelvo a ser la ciega sin mano.



Me viene a la cabeza el nombre de la película de una amiga "la hora de la siesta", y me parece una utopía casi. Pero que bien suena: la hora de... y la siesta mejor aún. Me vienen a la cabeza unas tardes veraniegas que pasé en Resistencia hace algunos años, el calor te adormecía las tripas, no era posible estar en pie en la calle. Estaba por un supuesto trabajo con la que en ese momento era mi suegra. Recuerdo el ritual de volver al hotel y sacarme la ropa y meterme en la cama por horas a dormir la siesta. Ya no puedo hacerlo, quizás porque en esa época dormía demasiado. Si duermo siesta siento culpa, no puedo dejar de pensar que hay otros mundos o otros juegos que están ahí esperando que los juegues y todo eso no sirve de nada porque tengo la tristeza de saberme gallo ciego en lo esencial ( y no puedo dejar de citar al Principito: lo esencial es invisible a los ojos)



Diariamente hablo sola y me digo "qué tenía que hacer?" y enumero la lista como una matrona que debe ir al mercado. Casi nunca termino con la lista y seguro que se me olvida de anotar lo más importante.

4 comentarios:

Tommy Barban dijo...

Yo creo que tendríamos que mudarnos todos a una de esas ciudades del interior donde todavía los negocios de la peatonal cierran entre las 13 y las 16 y dormir juntos, cuantos más mejor, la siesta en colchones desparramados por el piso de parquet sin lustrar.

Juan Gonzalez del Solar dijo...

Se me ocurre que se trata de conocerse y aceptarse, de partir de ahí. Luego, de tomarse a uno mismo como a un objeto y educarnos dentro de lo posible, de lo pretendido, que a la vez estaría fomentado desde el autoconocimiento. Y así.

Candelaria Frías dijo...

Tommy Barban, me encanta encontrarte. Creo que sería un gran programa dormir siestas colectivas. Deberíamos hacer una gira siestando por las provincias y describiendo esos otros mundos de sillitas repletas de viejas en veredas y calles desiertas y suspiros largos sin listas de pendientes.

Cosima dijo...

Es una paradoja el mundo virtual. No se cómo se medirá eso de que uno quizá esté más solo en el mundo real mientras que habita más el virtual. De todas maneras tiene dos grandes virtudes: una posibilidad de expresión sin censuras y compartir experiencias de la existencia a veces en un nivel mas profundo del que recorremos en el mundo real.

Me alegra que te haya gustado el post de los padres bailando a las 7am. Ojala bailáramos todavía se bailara más cheek-to-cheek.