lunes, 3 de diciembre de 2007

La última escena

La última escena fue en una nave espacial. Era un ferrocarril por fuera, pero adentro era una nave espacial prehistórica o un submarino. Un objeto único de esos que inspiran el máximo de los respetos, y que uno se lo queda contemplando con los ojos maravillados.

A la mañana éramos las 4 cabezas de equipo recorriendo un galpón repleto de trenes, buscando el mejor lugar a dónde rodar la escena del abuelo y las dos niñas. Íbamos juntos, después me separé del resto y seguí sola. Eran muchos andenes separados por trenes. Mucho metal y mugre, todo oscuro. Había un ferrocarril muy alto, con ruedas enormes. Vislumbré unas escaleras como manijas que invitaban a los pies. Y subí. Adentro me sentí en un lugar mágico, asomé la cabeza y grité: “vengan”. ¿Dónde estás?- gritaron. Acá. Escuché las patitas de todos que corrían. Me gustó haberlo encontrado yo sola. Todos estábamos metidos en ese cubículo mágico con los ojos chispeantes y las ideas eran ruedas veloces. Quisiera volver ahora y quedarme allí horas en silencio.
Nunca había estado en ningún lugar remotamente parecido. Decidimos el plano. Por el tiro de cámara no iba a verse tal como lo veíamos nosotros. El espectador quedaría afuera de la nave. Me entristeció pensar en los límites de la cámara. Pero sabía que las niñas iban a estar adentro y también femmebot con su cámara y sus lucecitas y que a través de ellas algo de todo eso le llegaría al espectador. Antes de llevar a las niñas les dije: “la última escena es en una nave espacial”. Vi que a Cande 1 se le iluminaron los ojitos a pesar de que estaba triste y quería llorar por su enemistad con Tiare. Cuando nos llamaban para rodar yo la alcé y le dije que si estaba triste y quería llorar que llore, y ella lloró un rato y me contó que Tiare le decía siempre “tonta”. La consolé. Nos llamaban a los gritos para arrancar y ninguna respondía porque estábamos en algo serio. Se secó las últimas lágrimas, y ya estábamos listas, corrimos de la mano al set donde nos estaban esperando todos.
Durante la escena Femmebot y su cámara estaban arriba de la nave con las niñas y el sonidista, yo en el andén de la derecha con el monitor y algunos del equipo, y dos andenes a la izquierda el pobre Martín lidiaba con el abuelo. Era cómico. Al abuelo le chillaba el audífono de vuelta. Y justo le tocaba al pobre Martín que de tan sensible al pip del audífono y a las acotaciones del abuelo había abandonado la clacketa la vez anterior. Parece que esta vez de lo importante que era su papel, a pesar de lo chiquito que parecía y preguntaba cosas del guión , Martin aturdido de tantas palabras y pip, le dijo: “ no importa abuelo, usted póngase acá”. Diego el sonidista desde la nave me largaba textos en alemán que yo escuchaba con los auriculares. Mientras tanto Tiare le explicaba en voz alta a femmebot que ella odiaba a Cande 1. Había que comunicarse a los gritos. Yo subía las escaleras para darles indicaciones a las niñas y las bajaba rauda. Femmebot se quejaba de que ella aun no había acomodado las luces por no saber bien las posiciones. Martín poneme al abuelo en la posición-dijo. Y después lo vi al abuelo estático durante largo rato justo en el ángulo en que la cámara lo iba a tomar cuando pasar. Me daba una mezcla de lástima y gracia. Una lástima con malicia, o una malicia compasiva. Largamos la primera toma y el abuelo largó unos “Diana” muy dramáticos, como de telenovela. “Martín- grité- decile al abuelo que no sea lastimoso. La primera toma que salió redonda fue arruinada por una voz a la distancia que empezó a pronunciar palabras antes de que el diálogo entre las dos niñas termine. Grité: ¿Alguien me puede decir quién habló?- el abuelo- gritaron todos a coro. Risas. La segunda toma que salió bien también fue interrumpida por una sonada de nariz, y ya no fue necesario preguntar de quien había sido, y a esta altura ya todos reíamos a pata suelta. Martin explicale al abuelo que tiene que quedarse callado…. Ya le dije- gritó.
La última toma sucedió sin que el abuelo se mandase ninguna cagada. Estaba Cande en un primer plano bellísimo, con esa profunda tristeza que la caracteriza haciendo de Alissa: “tengo que volver a casa”- dijo “¿por qué?- preguntó Tiare-Diana. “Mi abuela, algo le pasa”. Todos aplaudieron y los que estaban al lado mío me miraron y levantaron los brazos para abrazarme, yo me tragaba las lágrimas y decía “gracias”.
Mucho después cuando volvíamos en el auto de Martin, el continuista, Cande 1 y femmebot, el vehículo estaba atiborrado de reposeras y tervopoles, restos de empanadas, botellones de agua, vestuarios. Cande 1 me dijo: “era verdad, ese lugar era una nave espacial” y sonrió. Llegamos al Cid campeador y le tocaba a femmebot bajarse del auto. Cande 1 la miró y le dijo “¿vas a llevarme un día a tomar un helado? Se retiraba el ojo capturador, el humano cámara dador de luz. El viaje se terminaba y ella no quería despedirse. Siempre pasa lo mismo en todos los viajes, tenga uno la edad que tenga. Buscó la manera perfecta de asegurarse el reencuentro. Un helado no se le niega a nadie, y mucho menos a un niño. Que bueno sería poder terminar cada viaje con la certeza de que quedan pendientes helados!!

2 comentarios:

Mompi.com dijo...

¿Como es que un cacharro tan negro se convierte en protagonista y el mito de filmar con niños se pone en duda?

Si una Femmebot se transforma en Femme diria que tambien una Candelirio se transforma en Candemagia: el ingrediente secreto de una salsa francesa o el chimichurri de un choripan al paso.

Magia mas amor mas comunicacion: deseos y creer sin dudar.

LOVE,
vuestro irremplazable.

Anónimo dijo...

Mi mompi querido sin el delirio no encenderíamos ninguna candle, y sin robot no llegaríamos a ninguna parte. Sin Martin y sus manitos mompis que imitan a todos los personajes no habría tarde ni payaso. Somos narco y naif, pero cuanta luz ha encandilado la pupila, ahora no queda otra que seguir con delirio mompi llevando velas a todas partes.
love